domingo, 26 de julio de 2009

Noche 16 - Día 17

SHANGHAI – AEROPUERTO


Bueno, hoy es el último día que estaremos en China, Por una parte, ya tengo una cierta morriña de España, y sobre todo de sus comidas, pero por otra parte, quizás podríamos haber estado una noche mas en Shanghai. Es una ciudad muy grande. Apenas hemos visto una pequeña parte, pero no hay para mas.

Para aprovechar mejor el último día, se hacen dos grupos: por una parte., el autobús de los que quieren ir de compras, en lugar de hacer las visitas previstas para hoy, y por otra parte, el autobús de los que no quieren comprar, sino ir a cumplir el programa previsto. Realmente también se forma un tercer grupo, con tres personas que quieren ir a ver el Museo de las Ciencias de Shanghai, y un cuarto grupo de otras tres personas, porque Laura, que se incorporó al viaje un día después de todos, gracias al permiso especial que le concedió el gobierno de EE.UU. tiene que coger su vuelo a las 16:00, en lugar de a las 23:35 como todos los demás.


En fin, después de los ajustes pertinentes, yo fui de los que quisieron ver el Jardín del Mandarín Yuyuan. Todos nos esperábamos ver un jardín típico chino, pero la realidad nos superó tan ampliamente, que nos quedamos todos asombrados.

Bajamos del autobús, y entramos en una calle amplia, pero de una arquitectura totalmente distinta a las calles normales. Todos los edificios eran casas del mismo estilo chino, con tejados en forma de ala (puntiagudos hacia arriba), perfectamente (bueno, casi perfectamente) conservadas, y comenzamos a sumergirnos en una serie de laberintos de cruces, casas, calles, recovecos, etc… que nos da un poco de miedo, porque hay que tomar referencias para no perderse. Por fin, llegamos a una plaza grande, preciosa, que es la entrada a la casa y jardín del Mandarín Yuyuan. Una vez dentro, nos dan tres horas libres, para recorrer la casa, los jardines y el barrio. Pensamos que es mucho, pero nos avisan, de que nos demos prisa si queremos ver toda la zona, porque realmente tres horas es poco tiempo.

Comenzamos la visita, y el grupo grande se divide en varios grupos pequeños. Y nos pasa lo de siempre en todos los jardines chinos: Es un laberinto, y te pierdes. Todos los jardines son preciosos: Todos están bien cuidados. Todos tienen una serie de caminos y puentes con fuentes, agua corriente, peces, patos, etc… pero lo que nadie dice, es que todos los caminos conducen a casi todos los sitios. Todos los jardines son laberintos, pero no como los occidentales, que hay caminos que no llevan a ninguna parte. En los jardines chinos, nunca tienes que retroceder porque el camino lo tengas cortado, pero seguro que pasas mas de dos veces por el mismo sitio, y puedes hacer dos veces la misma foto, y no enterarte. Son maestros en el arte del escaqueo y la confusión. Y este jardín, además de grande, es una obra maestra de los caminos que te llevan sin que te des cuenta de una parte a otra. Como la vida misma. Seguro que algún sentido oculto tienen esos jardines, porque los chinos no hacen nada “porque sí”.

Cuando conseguimos salir, nos dedicamos a recorrer el barrio que rodea la casa del Mandarín, y aprovechamos para comprar alguna cosa que otra, aun sabiendo que nos estaban engañando. El barrio es precioso. Parecido al Gran bazar de Estambul, pero con calles abiertas, compartiendo la calzada con coches, bicicletas, motos, y sobre todo chinos. El barrio entero parecía estar alfombrado de chinos. Había mas gente que en la plaza del ayuntamiento de Valencia en fallas, o en San Fermín en Pamplona, o el fin de año en la puerta del Sol de Madrid. Pasamos otro buen rato haciendo fotos, hasta que nos dimos cuenta de que ya era mas de las 12:30-. Razón tenían., al decir que con tres horas, no había tiempo de verlo todo bien.

De nuevo en el autobús, fuimos directamente a comer. El otro grupo, (el de las compras, los museos y el del aeropuerto), estaba comiendo en otro lugar, y no nos encontramos hasta que una vez acabada la comida, nos fuimos a pasar un rato a una zona de compras “electrónicas”. Ahí pudimos comprar unos Pendrives de 500 GB por 100 Yuanes (10 euros), unos altavoces de esos que llevan los guias para hacerse oir del grupo por 38 yuanes (menos de 4 euros), trípodes, cámaras, filtros, etc… en fin una locura. Si todo lo que hemos comprado funciona… será para dar gracias a Dios. Y si no funciona, tampoco se habrá perdido mucho.

Después, fuimos a visitar un barrio que era una concesión francesa del siglo XIX, y donde nos trasladamos instantáneamente a la Europa de hace muchos años. Mesas en las terrazas, cervezas, vinos, pasteles, etc… todo parecía sacado de un París decimonónico.

Y como todo llega a su fin,… fuimos a cenar, y a arreglar las maletas con las compras de última hora, para no tener problemas en las aduanas.

Una vez todos conformes con los kilos, los bultos, los escondites para las piezas que podrían originar problemas en la frontera, nos dirigimos al MAGLEV, o tren magnético, sin ruedas, que nos trasladó al aeropuerto, en un viaje relámpago, .ya que hicimos en cinco minutos, lo que normalmente cuesta media hora larga de autopista.

A partir de aquí, comienza la última aventura. El viaje de vuelta. Pero eso será motivo de una última crónica…

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