martes, 14 de julio de 2009

Noche 3 - Dia 4

BEIJING – XI’AN

A las 5 de la mañana, suena el despertador, y a las 6 ya estamos camino al aeropuerto. Todos nos preguntamos lo mismo: ¿Cuándo ponen las calles aquí? Te levantes a la hora que te levantes, siempre es de día, y las calles están abarrotadas de gente.

En casi dos horas, pasamos de la China cosmopolita y trabajadora al estilo occidental, a otra china totalmente distinta. Aquí ya casi nadie habla inglés, ni en las tiendas, ni en el hotel. El ritmo de vida es totalmente distinto. Todo se toma con mucha mas calma. La gente vive y sabe vivir mucho mejor que en Beijing. Xi’an es una ciudad que nos ha recordado a todos alguna ciudad española, como Salamanca, o Toledo, o Córdoba. Llena de monumentos, unos mejor cuidados que otros, pero todos dignos de ser visitados.

Al anochecer, la gente se lanza a la calle, (todos los días), y se reúne en las plazas y avenidas para cantar y bailar sus danzas tradicionales, al son y ritmo de los tambores chinos, algunos gigantes, otros mas pequeños, acompañados de otros instrumentos como campanas, ranas de madera que hacen un sonido muy especial, como si fueran auténticas ranas), y donde todos pueden participar. Algunos incluso en ropa de trabajo, porque al lado de los danzarines, las obras públicas (al mas puro estilo del plan E) continúan durante toda la noche. Porque esta ciudad, está en obras. Como si fuera una ciudad española cualquiera. Están construyendo el metro, ya que aun teniendo 4 millones de habitantes todavía no lo tiene, y está completamente ocupada por las obras. Pero éstas se realizan con mucho cuidado, porque el subsuelo de la ciudad es una tumba gigante, donde se han ido enterrando generaciones de chinos, y nadie quiere turbar su descanso, con lo cual tienen que trabajar a unas profundidades bastante grandes, y muy despacio. Como contrapartida, trabajan las 24 horas del día, los siete días de la semana.

Aunque nos recibió con lluvia, hoy hemos visto el Sol brillar intensamente. Tanto que hemos pensado que ojalá se nuble, (aunque sea un poco) porque aprieta de firme.

Esta ciudad recuerda a los campamentos romanos, con dos calles principales que se cruzan en ángulo recto, y una muralla exterior, perfectamente conservada con cuatro puertas, dirigidas a los cuatro puntos cardinales. En el centro de la ciudad, justo en la plaza donde confluyen las cuatro calles principales (Norte, Sur, Este y Oeste), se encuentra la Torre de la Campana, que servía para dar las horas, y junto a ella, separada tan solo por unos 100 m. (y en un ángulo que estudiaremos oportunamente) la torre del tambor. Son dos edificios impresionantes, desde los que se domina la ciudad antigua.

Después de la comida, pasamos a visitar el bosque de las estelas de piedra, que narran miles de historias, escritas sobre pizarra, que no sólo están escritas, sino dibujadas con cuadros preciosos. Desde las enseñanzas de Confucio, a las historias locales, todo está escrito. Naturalmente, los chinos actuales no pueden leerlas, porque el lenguaje ha cambiado tanto que pocos son los que saben traducirlas, pero desde luego, son impresionantes.

Después de la cena, salimos a recorrer el centro de la ciudad, mezclarnos con sus habitantes, y ver sus costumbres reales (o mas o menos reales). Entonces es cuando descubrimos que a pesar de todas las incomodidades de una ciudad en obras, la gente es amable en grado sumo. Todo es alegría, canto, baile, luces de colores (los chinos son muy aficionados a las guirnaldas kilométricas de lamparitas), cometas (también con luces) elevándose sobre la ciudad, y un auténtico zoco mediterráneo, donde se mezclan los olores de cientos de puestos callejeros de comida hecha en el momento, con venta de zumos de las mas variadas procedencias, artesanía, juguetería “made in china”, etc…

Entre tanto puesto de venta, de repente nos topamos con: tres telescopios refractores gigantes, montados sobre triciclos, y manejados por tres chinos, que tapan el ocular, y si quieres mirar, tienes que pagar 10 Yuanes (1 euro aprox.). Lo que mas nos llamó la atención, era el sistema de montura motorizada altacimutal. Todo hecho a base de piezas recuperadas de motores que no se sabe de donde procedían, de tornillos y contrapesos situados en lugares increíbles, y soportando hasta tres telescopios sobre el mismo pie. Toda una agradable sorpresa. Naturalmente, Paco (y todos nosotros) recordamos inmediatamente nuestro “Pacotrón”.

Bueno, y mañana continuaremos. Vamos a visitar el museo de los soldados de terracota. Mañana continuaremos la crónica.

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