martes, 19 de mayo de 2009

Impresiones de un viaje a china


Este texto lo ha enviado Adelaida ( o Adelita), a la que se lo ha enviado a su vez un amigo que ha vuelto de China hace tres días.

El viaje, Beijing, Xi'an y Shanghai, extraordinario: la amabilidad de los chinos suple enormemente que no sepan inglés, aunque ahora es obligatorio estudiarlo para la juventud. El analfabetismo está cercano al 90% de la población, especialmente en zonas rurales. Nos entendimos como pudimos, no siempre tan bien como para evitar todos los malentendidos (una vez, en la Gran Muralla, nos estafaron). Paisajes, monumentos y colorido pleno. La comida excelente, abundante y baratísima: los restaurantes en España son cantoneses, que es como reducir la comida española a la fabada asturiana. Beber, mejor nunca del grifo. La forma de conducir, a mí me gustó, pero a mis cinco compañeros (dos parejas, unos sevillanos y otros gallegos, y Eli) les parecía temeraria: no respetan semáforos, pasos de cebra, cambios de dirección, ni casi ninguna norma, sólo la del más rápido. Pero conducen muy atentos y tranquilos, a pesar de los claxonazos y yo me sentí seguro. La seguridad es colosal: puedes ir por cualquier callejón oscuro, de noche y mezclarte con la población pues son muy respetuosos y en lo que pueden te intentan ayudar. Una de las noches que salimos, cerca de un barrio de embajadas, había un policía o un militar en la puerta de cada dos bares pegados, a parte los vigilantes de seguridad. Por mucho que lo digan, siempre es necesario repetirlo: todos los precios son regateables, algunos (los orales) más que otros (los escritos), una buena norma es que el precio ofrecido verbalmente por el vendedor suele estar, y más para los occidentales entre el doble y veinte veces por encima del que pagaría un chino buen regateador, si como es norma, no están puestos. Se consiguen precios increibles, pero el regateo es muy duro y largo. Por su parte es un juego y son grandes actores. Al ser tres circuitos organizados, desde los aeropuertos a los hoteles, de lujo, y todas las excursiones nos llevaron en furgonetas, Mercedes o chinas de imitación, con un guía experto en la ciudad que hablaba entre muy bien o de forma extraordinaria en castellano. La inmensa mayoría de visitas incluidas en los precios y las que no, culturales a precios muy asequibles (para los pudientes bolsillos europeos). En el tiempo libre, los taxis son baratísimos, y muchísimas veces necesarios, eso sí, hay que darles la dirección escrita en chino. El recorrido que más pagamos fueron unos 3€ por media hora de recorrido. La electrónica, a diferencia de la ropa, conviene no comprarla allí (quitando Hong Kong). China es el paraiso de las falsificaciones, que oscilan en calidad tanto como el comprador sea buen conocedor del género. Costumbres como ir en pijama por la calle, escupir en cualquier sitio, no respetar ninguna cola, o el sistema antiguo de primero pagas en la caja central y luego recoges la mercancía, nos choca mucho. Pero ellos se rien bonachonamente y de forma bien explícita cuando nos ven comer con palillos o hacemos alguna burrada típica de guiris. Los chinos, cariñosos, simpáticos, risueños, a pesar de la dictadura, arrastran una cultura milenaria y una filosofía plena de sabiduría.

1 comentario:

Rocio dijo...

Seria hermoso llegar alguna vez a esta parte de Asia y por eso busco experiencias en los diversos países. A pesar de ello, este año voy a buscar vuelos baratos a madrid porque tenia ganas de recorrer algunas ciudades Europeas